La última novela de Mariano Quirós, “Purirú”, lo ha llevado  a un reconocimiento indiscutido. Aunque ahora reside en CABA, nada de lo que ha escrito está alejado de Chaco, de Resistencia en particular. “El río Paraná está ahí, aunque siempre me causó impresión el río, algo de temor”, reconoció en una mesa de debate en la que participó el sábado en el Festival Internacional de Literatura, en un MUNT colmado de público.

Publicó las novelas “Robles” “Torrente”, “Tanto correr”, “No llores, hombre duro”, “Una casa junto al Tragadero” y “Nuestra hermana de afuera” (2022). Es autor además de libros de cuentos como “La luz mala dentro de mí” (2016, Premio del Fondo Nacional de las Artes), y dirige talleres literarios.

- ¿Qué te interesa de la literatura contemporánea, y de qué modo, en pocas palabras, podrías caracterizarla?

- Tal vez me cueste caracterizar en pocas palabras la literatura contemporánea porque, precisamente, una de sus cualidades más interesantes sea su amplia diversidad. Desde los intereses y las motivaciones políticas hasta formales varían en relación con la literatura. La diversidad se la debemos en buena medida a la gran cantidad de editoriales independientes que surgieron en las dos últimas décadas --y que en su momento contaron con políticas de estado que acompañaban ese surgimiento, cosa que ya no ocurre, hoy las editoriales sobreviven a duras penas. La diversidad favorece la irreverencia, el riesgo, incluso la aventura y el goce tanto al momento de la escritura como de la lectura. El riesgo latente es que nos volvamos conservadores (o más conservadores aún). Quiero creer que tenemos resto para imaginar una utopía posible.

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- Chaco está presente en tus obras, una presencia autorreferencial, imagino.

- El Chaco está presente en lo que escribo, tal cual, pero tengo también la ilusión de que el mundo entero, los multiversos que tenemos a mano, también estén presentes. Y soy tan autorreferencial como cualquiera que se sienta a escribir. Incluso como aquellos que no se sientan y escriben de parado.

- ¿Qué tanto te importa que digan que en tus libros hay una búsqueda de identidad?

- En realidad, lo que me gustaría es que dijeran que en mis libros hay una búsqueda de identidades diversas. Quiero creer que soy más amplio, que me expando, que soy más generoso con mi imaginación y con la de cualquier lector que se precie.

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- ¿Entre la ficción y la realidad, el documental, de qué lado te quedás?

- Ficción y realidad, pasa que se convierte en un asunto existencial. Qué parte de nuestra vida está en un lado o en el otro. Además, tenemos que distinguir los tipos de ficción. Hay una ficción verdadera, irreverente, utópica -que es la que intentamos llevar desde la literatura-, y está la ficción trucha que impone un gobierno fascista -o como quieran llamar al gobierno de Javier Milei y Lamelas. Tengo el sueño de una ficción literaria que opere sobre la realidad y la transforme. No necesariamente en términos prácticos, pero sí que ofrezca un posible estado de conciencia distinto. Al menos una salida de la alienación y la tilinguería permanente.

- Un tema presente es la inteligencia artificial ¿Creés que puede aportar en la creatividad o te parece algo negativo?

- La IA ya estaba en ‘Terminator’. Incluso mucho antes. Ahora es tarde para asustarse. Cuán preparados estamos para hacer un uso justo y soberano de la IA. En todo caso, cuán listos estamos como para no entregarnos así, para no regalarnos. En el mundo hay hambre, hay guerra, hay muerte, hay gente que odia.  Respiremos hondo, que no nos gane la ansiedad. Usemos la IA como arma de liberación. Después me fijo si me sirve para mejorar un cuento. Por supuesto no tengo idea de cómo hacer una cosa ni la otra.